Dies Domini

Dies Domini

Si acudes a Misa

NOVUS ORDO

ten en cuenta el Evangelio que escucharás, y en el que el Señor nos manda no juzgar… 
Sin embargo, no parece posible vivir sin juzgar, pues el juicio define nuestra racionalidad. Por eso, en la versión de san Lucas, al mandato de Jesús: «no juzguéis y no seréis juzgados» le sigue inmediatamente, como para aclarar el sentido de estas palabras, el mandato: «no condenéis, y no seréis condenados» (Lc 6,37). Por lo tanto, no se trata de eliminar el juicio de nuestro corazón, sino de eliminar el veneno en nuestro juicio.
Un padre, un superior, un confesor, un juez, cualquiera que tenga alguna responsabilidad sobre los demás, debe juzgar. A veces, juzgar es precisamente el tipo de servicio que uno está llamado a prestar en la sociedad o en la Iglesia.
Y como tal servicio, tiene que ser un acto de caridad. Y para que lo sea en verdad, Nuestro Señor nos advierte que primero hay que apartar la «viga» de nuestro ojo; entonces, veremos mejor para poder quitar la mota del ojo del hermano (cfr. Mt 7,5); o sea, hay que arrancar el resentimiento y la animosidad. Así la observación será acogida y el hermano se dejará, quizás, quitar su mota. Se fiará. Porque ¿quién se dejaría meter los dedos en el ojo para apartar una mota, si supiera que la persona que lo va a hacer está ciega, o sospechara que se va a hacer con violencia, como si se tratara de arrancar la hierba de un campo?

Y si acudes a una Misa 

VETUS ORDO

verás que en la oración colecta se dice así: “Preces nostras, quǽsumus, Dómine, cleménter exáudi: atque, a peccatórum vínculis absolútos, ab omni nos adversitáte custódi. Per Dóminum nostrum Iesum Christum, Fílium tuum: qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti Deus, per ómnia sǽcula sæculórum”. 

Texto que podríamos traducir en estos términos: “Escucha, te rogamos, Señor, nuestras súplicas según tu misericordia, y, libres de los lazos de nuestros pecados, presérvanos de toda adversidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos”.

La petición de absolución de la Colecta se vincula muy bien con los orígenes de lo que los ingleses llaman “Shrovetide”, el período de tres días que comprende el Domingo de Quincuagésima, el Lunes de Carnaval y el Martes de Carnaval. Aunque en un ambiente mundano se lo ve como una última oportunidad para el desorden y la anarquía antes del Miércoles de Ceniza, el nombre de Shrovetide delata su propósito: “confesar” (shrive) es administrar o recibir el sacramento de la confesión. Parece que nuestros antepasados pensaron que era una buena idea liberarse de las ataduras de los pecados antes de entrar en la arena del ayuno del desierto donde, como Cristo, podrían encontrarse con el diablo en combate. Y era mejor tener menos a lo que el enemigo pudiera agarrarse. 

 

¡Santa entrada en Cuaresma!